Mercado de Tlacolula
Tlacolula: el corazón
que late en domingo
El Mercado de Tlacolula es posiblemente el mercado más vivo, colorido y sabroso que he conocido. Cada domingo, en este rincón de los Valles Centrales, la vida se desborda en una gran algarabía pública: aromas, colores, voces y risas se entrelazan como en una fiesta a la que todos estamos invitados.

Sonrisas, sabores y tradiciones
Las locatarias, acostumbradas a las cámaras, posan con coquetería y humor. Frente al lente regalan sonrisas que son tan auténticas como los sabores de sus moles, el humo de las brasas preparando barbacoa de borrego o el dulzor de un pan de yema recién salido del horno.
El mercado es famoso por su zona de comidas, donde los visitantes compran su carne al peso y luego la llevan a los asadores comunitarios para que la preparen en el momento. Aquí se degustan los famosos tacos de tasajo, chorizo o cecina enchilada, acompañados de salsas molcajeteadas y tortillas hechas a mano.
La vida le dio a manos llenas a Oaxaca, y este mercado es una probadita de ello. Entre mezcales artesanales, textiles teñidos con cochinilla, frutas recién cosechadas y artesanías de barro, cada pasillo guarda un testimonio vivo de las raíces zapotecas y mixtecas.

“Porque México está en los mercados.
No está en las guturales canciones de las películas,
ni en la falsa charrería de bigote y pistola.
México es una tierra de pañolones color carmín y turquesa fosforescente.
México es una tierra de vasijas y cántaros
y de frutas partidas bajo un enjambre de insectos.
México es un campo infinito de magüeyes de tinte azul acero
y corona de espinas amarillas.
Todo esto lo dan los mercados más hermosos del mundo.
La fruta y la lana, el barro y los telares,
muestran el poderío asombroso de los dedos mexicanos fecundos y eternos.”
— Pablo Neruda

Además de ser un lugar de intercambio económico, el Mercado de Tlacolula mantiene viva la tradición del trueque, una práctica ancestral que todavía se conserva entre comunidades indígenas. Aquí no todo se paga con dinero: algunos productos se intercambian directamente, recordando la forma en que se sostenía la vida comunitaria siglos atrás.
Entre sus pasillos también se encuentran productos rituales y medicinales: hierbas curativas, inciensos, velas, copal, así como figuras de barro utilizadas en ofrendas. El mercado no es solo un centro de abasto, sino un espacio donde la espiritualidad y la vida cotidiana se entrelazan.

Un patrimonio cultural vivo
Tlacolula de Matamoros, situado a solo 30 kilómetros de la capital de Oaxaca, es un antiguo asentamiento zapoteca y cuna del mezcal. Su mercado dominical no es un lugar para visitar: es un lugar para vivir, para sentir y dejarse llevar por el ritmo festivo de una tradición que resiste y se renueva semana tras semana.
Con más de cuatro siglos de historia documentada, el Mercado de Tlacolula es considerado uno de los más antiguos de Oaxaca. Su importancia radica en que ha mantenido la estructura y dinámica tradicional de los tianguis prehispánicos, en los que convergen comunidades de toda la región.
Hoy, Tlacolula no solo abastece a miles de familias locales, sino que se ha convertido en un punto de encuentro cultural que atrae a viajeros de todo el mundo. Es, al mismo tiempo, un espacio de resistencia cultural y un recordatorio de la riqueza inagotable de Oaxaca.
